El rabino Löw había establecido la
costumbre de entregar al Golem los viernes una lista de tareas, pues
es sabbat sólo estaba dispuesto a dirigirse a él sólo si era
extremamente necesario. Las labores asignadas por el rabí al Golem
se limitaban generalmente a la guardia o vigilancia.
Una tarde de vierenes, al rabí se le
olvidó ordenar sus tareas al Golem quedando por tanto
desocupado.
Apenas había anochecido y la gente se
disponía a iniciar el sabbat cuando el Golem ocioso fue recorriendo
la judería liberando sin control su temperamento y, como un loco
furioso destrozaba todo lo que encontraba en su camino. Al verlo, la
gente huía y gritaba: “¡Josef, el Golem está loco de furia!”.
Hubo un gran pánico en la judería y
la noticia de todo lo que estaba ocurriendo llegó rápidamente a la
Snagoga Altneu donde el rabino se encontraba orando; éste, al
escuchar las noticias salió de inmediato y en la distancia gritó:
“¡Detente Josef!”. Y entonces las gentes vieron cómo el Golem
se detuvo de inmediato, petrificado como una columna serenándose al
instante toda su manifiesta violencia.
El rabino Löw regresó a la aljama de
ordenó que se reiniciaran los ritos del sabbat. Desde aquél viernes
nunca más volvió a suceder que el rabí dejase ocioso al Golem
pues ya sabía que habría sido capaz de destruir toda Praga de no
haberle detenido a tiempo.
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