Sucedió que el Día de las Expiaciones
del año 1587, en la Sinagoga Altneu cuando celebraba el Gran Rabino
Löw, al prepósito de la comunidad hebrea se le cayó al suelo la
Tora cuando, después de una oración vespertina, se disponía a
guardarla en el Arca Sagrada. Lo sucedido causó gran consternación
entre los miembros de la comunidad judía allí congregados, pues
semejante evento se interpretaba desde siempre como un funesto
presagio. También el rabí Löw se sintió muy inquieto y ordenó
que todos los presentes guardaran ayuno al día siguiente. En la
noche del Lunes se planteó en sueños la cuestión de qué pecado
podría ser la causa del embarazoso suceso; más no recibió una
respuesta clara; sólo le fueron reveladas algunas letras que no
supo explicarse pero, siempre en sueños, tuvo una inspiración que
fue anotar las mismas en un papel y entregarlas al Golem a ver si a
través de él obtenía una respuesta.
Cuando el Golem hubo echado un vistazo
a la hoja de papel, se dirigió enseguida a la estantería donde se
guardaban los libros, extrajo de la misma un devocionario, lo abrió
y señaló el capítulo que en la tarde del Día de las Expiaciones
es leído en voz alta. Las letras que fueron reveladas al rabino Löw
eran las siglas del siguiente versículo: “No yacerás con la mujer
de tu prójimo, pues por ellas te volverás impuro”.
El rabí Löw dedujo que el hombre a
quién se le había caído la Tora mantenía relaciones adúlteras y
que ésta era la razón por la que el rollo se escapó de sus manos.
Invitó al hombre a su casa y le reveló
todo lo que le fue revelado en sueños. Entonces aquél con lágrimas
en los ojos, le confesó su pecado y rogó al rabino que le impusiera
una penitencia y así lo hizo pero el rabino fue más lejos y
consiguió que la adúltera quedara divorciada de su marido conforme
a la ley mosaica.
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