viernes, 27 de junio de 2014

Og Mandino de The Gift of Acabar - Credenda



"Aléjate de la muchedumbre y de su afán infructuoso de fama y oro. Nunca vuelvas atrás la vista, una vez que hayas cerrado tu puerta al deplorable tumulto de la codicia y la ambición. Enjúgate las lágrimas del fracaso y el infortunio. Pon a un lado tu onerosa carga y descansa hasta que tu corazón haya recuperado la calma. Consérvate en paz. Es ya más tarde de lo que piensas, pues tu vida terrena, en el mejor de los casos, no es más que un parpadeo entre dos eternidades. Desecha todo temor. Nada puede dañarte aquí, solo tú mismo. Haz aquello que temes, enfrentándote a ti mismo y aprecia con satisfacción esas victorias".

"Concentra tu energía. Estar en todas partes es tanto como no estar en ninguna. Se celoso de tu tiempo, porque es tu mayor tesoro. Recapacita sobre tus metas. Antes de permitir que tu corazón se aficione demasiado de algo, examina la felicidad de la que gozan los que ya tienen lo que tú deseas. Ama a tu familia y ten muy presente tu ventura. Piensa con cuanto afán la buscarías, si no la poseyeras. Agradece por todo lo que tienes, la gratitud es el camino que te lleva a la abundancia. Haz a un lado tus sueños imposibles y lleva a cabo la tarea que tienes a tu alcance, por desagradable que sea. Todos los grandes éxitos resultan de trabajar y saber esperar. Se paciente, los retrasos de Dios no son negativas. Espera, mantente firme. Ten presente que tu tesoro siempre está cerca. Lo que siembres, bueno o malo, eso será lo que coseches. Nunca culpes a los demás por tu situación. Eres lo que eres por decisión tuya; eso es todo."

"Aprende a vivir en una pobreza con honradez, si así debe ser; y ocúpate en cosas más importantes que en llevarte oro a la tumba. Nada de hacer concesiones a la dificultad. La ansiedad es la herrumbre de la vida y cuando agregas las cargas de mañana a las de hoy, su peso resulta intolerable".

"Aléjate de la compañía del quejumbroso y da más bien gracias por tus derrotas. No las sufrirías si no las necesitaras. Aprende siempre de los demás. El que se enseña a sí mismo, tiene por maestro a un necio. Se cuidadoso. No graves tu conciencia. Lleva tu vida como si tuvieras que pasarla en una palestra llena de gente chismosa. Evita la fanfarronería. Si ves en ti algo que te hincha de orgullo, de soberbia, obsérvate más de cerca y encontrarás materia más que suficiente para desarrollar humildad. Se sensato. Date cuenta de que no todos los hombres han sido creados iguales, porque no hay igualdad en la naturaleza, sólo armonía en la diversidad. Sin embargo, jamás ha nacido un hombre cuyo trabajo no haya nacido con él. Trabaja cada día como si fuera el primero, pero trata con ternura las vidas que tocas, como si todas debieran acabarse a medianoche".

"Ama a todos, incluso a los que te repudian, el odio es un lujo que no puedes permitirte. Busca y ayuda a los menesterosos. Aprende que el que da con una mano, recogerá siempre con las dos. Consérvate siempre en buen estado de ánimo. Por encima de todo recuerda que se necesita muy poco para llevar una vida feliz y en plenitud. Mira hacia arriba. Camina siempre hacia delante. Aférrate a Dios con sencillez pero con desbordante fe, recorre en silencio tu sendero hacia la eternidad, con caridad y con una sonrisa llena de alegría".

"Cuando partas, para descansar en el seno de Dios, todos dirán que tu legado fue dejar un mundo mejor que el que tu encontraste".

martes, 24 de junio de 2014

Séneca Apuntes de Los Siete Libros de la Sabiduría -


Lucio Anneo Séneca

De Los Siete Libros de la Sabiduría


Todo esto se reserva para su tiempo porqué aunque tú te quejas de la divina Providencia, no dudas de ella; yo quiero ponerte en amistad con los Dioses, que son buenos con los buenos; porque la naturaleza no consiente que los bienes dañen a los buenos. Entre Dios y los varones justos hay una cierta amistad muda, mediante la virtud; y cuando dije amistad, debiera decir una estrecha familiaridad, y aún cierta semejanza; porque el hombre bueno se diferencia de Dios en el tiempo, siendo discípulo e imitador suyo; porque aquel magnífico padre, que no es blando exactor de virtudes, cría con más aspereza a los buenos, como lo hacen los severos padres. Por lo cual, cuando vieres que los varones justos y amados de Dios padecen trabajos y fatigas, y que caminan cuesta arriba, y que al contrario, los malos están lozanos y abundantes de deleites, persuádete a que al modo que nos agrada la modestia de los hijos, y nos deleita la licencia de los esclavos  nacidos en casa, y a los primeros enfrenamos con melancólico recogimiento, y en los otros alentamos la desenvoltura; así hace lo mismo Dios, no teniendo en deleites al varón bueno, de quién hace experiencias para que se haga duro, porque le prepara para sí.

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Así tampoco trastorna el ánimo del varón fuerte la avenida de las adversidades, siempre se queda en un ser; y todo lo que le sucede, lo convierte en un mismo color, porqué es más poderoso  que todas las cosas externas. Yo no digo que no las siente; pero digo que las vence y que estando plácido y quieto se levanta contra las cosas que le acometen, juzgando que todas las adversas son examen y experiencias de su valor. ¿Pues qué varón levantado a las cosas honestas no apetece el justo trabajo estando pronto a los oficios aún con riesgo de peligros? ¿ y a qué persona cuidadosa no es penoso el ocio? Vemos que los luchadores, deseosos de aumentar sus fuerzas, se ponen a ellas con los más fuertes, pidiendo a los con quién se prueban para la verdadera pelea que usen contra ellos de todos su esfuerzo; consienten ser heridos y vejados; y cuando no hallan otros que solos se les pueden oponer, ellos se oponen a muchos.

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Marchítase la virtud si no tiene adversario, y conócese cuán grande es y las fuerzas que tiene cuando el sufrimiento muestra su valor. Sábete, pues, que los varones buenos han de hacer lo mismo, sin temer lo áspero y difícil y sin dar quejas de la fortuna. Atribuyan a bien todo lo que les sucediere, conviértanlo en bien pues no está la monta en lo que se sufre, sino en el denuedo con que se sufre.

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Dios tiene para con los buenos ánimo paternal, y cuanto más apretadamente los ama, los fatiga, ya con obras, ya con dolores y ya con pérdidas para que con esto cobren verdadero esfuerzo. Los que están cebados en la pereza, desmayan, no solo con el trabajo, sino también con el peso, desfalleciendo con su misma carga. La felicidad que nunca fue ofendida no sabe sufrir golpes; pero donde se ha tenido continua pelea con las descomodidades, críanse callos con  las injurias sin rendirse a los infortunios; pues aunque el fuerte caiga, pelea de rodillas.

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Pero porque cuando pasemos más adelante con el discurso te haré demostración que no son males los que lo parecen, digo ahora que estas cosas  que tú llamas ásperas y adversas, y dignas de abominación, son en primer lugar en favor de aquellos a quienes suceden, y después  en utilidad de todos en general, que de estos tienen los dioses mayor cuidado que de los particulares; y tras ellos de los que quieren les sucedan males; porque a los que rehúsan los tienen por indignos. Añadiré que estas cosas las dispone el hado, y que justamente vienen a los buenos por la misma razón que son buenos. Tras esto te persuadiré que no tengas compasión del varón bueno, porqué aunque podría llamarle desdichado, nunca él lo puede ser.

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"Para mí, decía, ninguno me parece más infeliz que aquél a quién jamás sucedió cosa adversa"; porque a este tal nunca se le permitió hacer experiencia de sí, habiéndole sucedido todas las cosas conforme a su deseo, y muchas antes de desearlas. Mal concepto hicieron los dioses de éste; tuviéronle por indigno de que alguna vez pudiese vencer a la fortuna, porque ella huye de todos los flojos, diciendo: ¿Para que he de tener yo a éste por contrario? Al punto rendirá armas; para con él no es necesaria toda mi potencia; con solo una ligera amenaza huirá; no tiene valor para esperar mi vista; búsquese otro con quién pueda yo venir a las manos, porqué me desdeño encontrarme con hombre que esté pronto a dejarse vencer"

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Y siendo vuelto a llamar del destierro, no solo no vino, sino antes se apartó más lejos.

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Lo mismo puedo decir al varón bueno, si algún dificultoso caso no le dio ocasión en que poder mostrar la valentía de su ánimo. Júzgote por desgraciado si nunca lo fuiste; pasaste la vida sin tener contrario; nadie (ni aún tú mismo) conocerá hasta donde alcanzan tus fuerzas; porque para tener noticia de sí, es necesaria alguna prueba, pues nadie alcanza a conocer lo que puede sino es probándolo.

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Los varones militares se glorían de las heridas y ostentan alegres la sangre que por la mejor causa corre. Y aunque hagan lo mismo los que sin heridas vuelven de la batalla, con mayor atención se ponen los ojos, en el que viene estropeado. Dígote de verdad, que Dios hace el negocio de los que desea perfectos siempre que les da materia de sufrir fuerte y animosamente alguna cosa en que haya dificultad.

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El soldado bisoño con solo el temor de las heridas se espanta; más el antiguo, con audacia, mira su propia sangre, porque sabe que muchas veces después de haberla derramado ha conseguido victoria. Así que Dios endurece, reconoce y ejercita a los que ama; y al contrario a los que parece que halaga y a los que perdona los reserva para venideros males.

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Para los tímidos y flojos son dignos de ser llorados los casos, no para nosotros, a quién Dios ha juzgado dignos de experimentar en nuestras fuerzas todo lo que la naturaleza humana puede padecer.

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Al piloto conocerás en la tormenta y al soldado,en la batalla.

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La continuación de los peligros engendra desprecio en ellos.

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El ánimo llega con la paciencia a despreciar el poder de los males.

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El mejor medio que Dios usa para desacreditar las cosas deseadas, es darlas a los malos y negarlas a los buenos.

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Los varones buenos trabajan y se ocupan y sin ser forzados siguen voluntariamente a la fortuna.

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Conviene sufrir todos los sucesos con fortaleza, porque no todas las cosas suceden como pensamos.

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Los ingenios flojos y soñolientos, cuyo desvelo parece sueño, están forjados de elementos débiles; pero para formar un varón que se deba llamar vigilante es necesario hado más fuerte. Y éste no hallará camino llano, necesario es vaya cuesta arriba y cuesta abajo, y que padezca tormentas gobernando el navío en el mar alborotado, y teniendo todas sus andanzas encontradas con la fortuna, es forzoso le sucedan muchas cosas adversas, ásperas y duras para que él las allane.

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El fuego apura el oro, y la calamidad a los varones fuertes.

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Siendo frenesí abrazar los males en lugar de los bienes. Ninguno sin salud es bien afortunado, y no la tiene el que en vez de lo saludable apetece lo dañoso. Será pues bienaventurado en que en su juicio recto, y el que se contentare con lo que posee, teniendo amistad con su estado, y aquel a quien la razón guiare en sus acciones.

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El sumo bien es inmortal, no sabe irse si no le echan, no causa fastidio ni arrepentimiento, porque el ánimo recto jamás se altera, ni se aborrece, ni se muda, porque sigue siempre lo mejor.

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La naturaleza nos ha de guiar; a esta obedece la razón y con ella se aconseja, según lo cual es lo mismo vivir bien  que vivir conforme a los preceptos de la naturaleza.

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Sea el varón incorrupto y sin dejarse vencer de las cosas externas; sea estimador de sí mismo; sea artífice de su vida, disponiéndose a la buena o mala fortuna; no sea su confianza sin sabiduría  y sin constancia persevere en lo que una vez eligiere, sin que haya cosa que se borre en sus determinaciones.

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Hará todas las cosas por su imperio, y ninguna impensadamente; lo que hiciere le saldrá bien, con facilidad y sin repugnancia; porque la pereza y la duda dan indicios de pelea y de inconstancia.

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El sumo bien consiste en el juicio y en el hábito de la buena intención.
¿No te he dicho que el sumo bien es un vigor inquebrantable de ánimo, que es una providencia, una altura, una salud, una libertad, una concordia y un decoro?

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Dirás que les irá mal, porque intervienen muchas cosas que les perturban el ánimo, y las opiniones entre sí encontradas les inquietan la mente.

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Los entretenimientos de los sabios son detenidos y modestos, y como encarcelados y casi incomprensibles, porque ni son llamados, ni cuando ellos se vienen son tenidos en estimación, ni son recibidos con alegría de los que los gozan, porque los mezclan y entrometen en la vida como juego y entretenimiento en las cosas graves.

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Que al que en lugar  de lo bueno codicia lo malo, el consegurlo le viene a ser peligroso; como cuando cazamos las fieras con peligro y trabajo, y después de cogidas no es cuidadosa su posesión, y tal vez despedazan al que las cazó. Así los que gozan de grandes deleites vienen a parar en grandes males, que siendo poseídos se apoderan del poseedor, y cuanto son ellos mayores, es menor el que los goza, con que viene a ser esclavo aquel a quien el vulgo llama feliz.

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Póngase pues el sumo bien en lugar donde con ninguna fuerza pueda ser derribado, y en donde no tengan entrada el dolor, la esperanza, el temor ni alguna otra cosa que deteriore su derecho; porque a tan grande altura solo puede subir la virtud.

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Conociendo que todas las dificultades de los tiempos son ley de la naturaleza; como buen soldado, sufrirá las heridas, contará las cicatrices y, atravesado con las picas, amará muriendo al Emperador por cuya causa muere, teniendo en el ánimo aquel antiguo precepto, Amar a Dios. Pero el que se queja, llora y gime, y hace forzado lo que se le manda, viene compelido a a la obediencia: pues, ¿qué locura es querer ser más arrastrado  que seguir con voluntad? Tal, por cierto, como sería la ignorancia de tu propio ser, el dolerte y lamentarte de que te sucedió algún caso acerbo; o admirarte igualmente, o indignarte de aquellas cosas  que suceden así a los buenos como a los malos, cuales son las enfermedades, las muertes,  y los demás accidentes que acometen de través la vida humana. Todo lo que por ley universal se debe sufrir, se ha de recibir con gallardía de ánimo; pues al asentarnos a esta milicia, fue para sufrir todo lo mortal, sin que nos turbe aquello que el evitarlo no pende de nuestra voluntad. En reino nacimos y el obedecer a Dios es libertad.

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Consiste, pues, la verdadera felicidad en la virtud; ¿y qué te aconsejará ésta? Que no juzgues por bien o por mal lo que te sucediese sin virtud o sin culpa, y que después de esto seas inmóvil del bien para el mal, y que en todo lo posible imites a Dios. Y por esta pelea, ¿qué se te promete? Cosas grandes, iguales a las divinas: a nada serás forzado, de ninguna cosa tendrás necesidad; serás libre, seguro y sin ofensa; ninguna cosa intentarás en vano; en ninguna hallarás estorbo; todo saldrá conforme a tus deseos; no te sucederá cosa adversa, y ninguna contra tu opinión o contra tu voluntad. ¿Pues qué diremos? ¿Es por ventura, la virtud perfecta y divina suficiente para vivir dichosamente? ¿Pues por qué no lo ha de ser? Antes es superabundante, porque ninguna cosa le hace falta al que vive apartado de los deseos de ellas, porque ¿de qué puede necesitar aquél que lo juntó todo en sí? Mas con todo eso, el que camina a la virtud, aunque se haya adelantado mucho, necesita de algún halago de la fortuna mientras lucha con las cosas humanas y mientras se desata el lazo de la mortalidad..

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Lo que de presente me pido a mí,  no es el ser igual a los mejores, sino el ser mejor que los malos.

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No digo esto por mí, que me hallo en el golfo de todos los vicios, sino por el que tiene algo de bueno. 
Dirásme que hablo de una manera y vivo de otra. Esto mismo fue objetado por malísimas cabezas, y enemigas de los buenos, a Platón, a Epicuro y a Zenón, porque todos éstos hablaron no como vivieron, sino como debieran vivir.

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Viví, y pasé la carrera que me dio la fortuna

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No cumplen los filósofos lo que dicen; pero con todo eso importa mucho lo que dicen, y lo que con sana intención conciben.

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¿De qué te maravillas si no llegan a la cumbre los que emprendieron cosas arduas? Considera que, aunque caigan, son con todo eso varones que no mirando a las propias fuerzas, sino a las de la naturaleza, intentan acciones grandes, emprenden cosas altas, concibiendo en el ánimo empresas mayores  de las que pueden hacer aun los que hallen dotados de espíritu gallardo.

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Todo lo que yo tuviere, ni lo guardaré con escasez, ni lo derramaré con prodigalidad; y juzgaré que ninguna cosa poseo mejor que lo que doy bien. No ponderaré los beneficios por el número o peso, ni por otra estimación  más que por la que tengo del que los recibe; y nunca juzgaré hay demasía en lo que se da al benemérito. No haré cosa alguna por la opinión, harélas todas por la conciencia. Creer que lo que hago, viéndolo yo, lo hago siendo de ello testigo todo el pueblo. El fin de mi comida y bebida será sólo para cumplir la necesidad de la naturaleza, y no para henchir y vaciar el estómago. Seré agradable a mis amigos, suave y fácil a mis enemigos. Dejaréme vencer antes de ser rogado; saldré al encuentro a las justificadas intercesiones. Sabré que todo el mundo es mi patria, y que los Dioses presiden sobre mí, y que asisten cerca de mí para ser jueces de mis hechos y dichos; y cada y cuando que la naturaleza volviere a pedirme la vida o la razón, la soltaré, saldré de ella, protestando que amé la buena conciencia y las buenas ocupaciones, y que a nadie disminuí su libertad, y ninguno disminuyó la mía.

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¿En quién podrá depositar mejor la fortuna sus riquezas que en aquel que, cuando se las pidiere, se las pedirá sin quejas?

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El sabio no se juzga indigno de cualesquiera dádivas de la fortuna; y aunque admite las riquezas, no pone en ellas su amor; y no les da alojamiento en el ánimo.

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¿Que duda puede haber de que el varón sabio tendrá más ocasiones para mostrar su ánimo en las riquezas que en la pobreza?; porque en la pobreza hay un solo género de virtud, que es no abatirse ni rendirse.

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El sabio no apartará de sí la benignidad de la fortuna, y no se desvanecerá ni se avergonzará con el patrimonio adquirido por medios lícitos.

Este tal, con osadía y publicidad , podrá ser rico; como el sabio no ha de permitir entre por los umbrales de su casa un maravedí adquirido por malos medios, así tampoco repudiará ni desechará las grandes riquezas que fueren dádiva de la fortuna y fruto de la virtud. ¿Qué razón hay para que él mismo envidie el verlas colocadas en buen lugar? Vengan, pues, y sean admitidas, que ni hará jactancia de ellas, ni las esconderá, que lo primero es de ánimo ignorante y lo otro tímido y corto, como el del que tiene encerrado en el seno un gran tesoro; no conviene, pues, echarlos de su casa. Porque para hacerlo, ¿que les ha de decir? ¿diráles por ventura: "Idos porque sois inútiles, o porque me falta capacidad para usar de vosotras?"

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¡Qué gran cosa es ver la casa de un varón rico! ¡Cuantas ocasiones tiene de hacer bien!

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¿Qué culpa hay en desear más aquella casa rica, que la miseria del puente?

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Yo despreciaré todo el reino de la fortuna; pero si me dieren a escoger, elegiré lo mejor de él. Todo lo que en mi poder entrase, se convertiría en bueno.

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Al sabio, cualquiera que le quitare sus riquezas, le dejará todos sus bienes, porque vive contento con lo

El hombre como arcano

Y todo lo que rodea al hombre y él mismo es arcano. El hombre es la criatura para la cual la realidad se le da como inaccesible. Pero siempre ha sentido la necesidad ineludible de despejarlo, de abrir camino, de llegar a ello, de que le sea manifestado (...)
Ibidem

Persecución implacable

En la lucha con los dioses, el hombre interpreta la paz como victoria. De ahí que los dioses vuelvan a perseguirle.

Reflexión

Todo atestigua que la vida humana ha sentido siempre estar ante algo, bajo algo, más bien.

El hombre rechazado

El hombre lejos de sentirse libre, se sentía poseído, esclavo sin saber de quien, con la necesidad aparejada de la proyección al exterior de todo lo que necesitaría para que si vida estuviera encajada en el medio. Y al no encontrar la verificación, la adecuada respuesta, siente esta ausencia como rechazo a no sentirse amado.

Fuente de sufrimiento (Schopenhauer)

Cada uno lleva una fuente inagotable de sufrimiento en su propio interior, a modo de pretexto, siempre buscamos una causa externa y singular para nuestro dolor incesante; tal como el ciudadano libre se construye un ídolo para tener un amo.
Schopenhauer

La Metamorfosis según María Zambrano

Es la forma en que todo viviente evita el padecer.